Cistus albidus L. (JARA BLANCA, JAGUARZO, ESTEPA BLANCA)
No te pierdas durante estos días la vistosa floración de las jaras con el continuo ir y venir de las abejas en torno a ellas. Hoy os traigo una de las que más se ven por nuestra zona: la jara blanca, que debe su nombre a ese tomento blanquecino que recubre sus hojas y que le confiere ese tacto aterciopelado tan característico. Con una buena lupa, es fácil apreciar la gran cantidad de finísimos “pelos” blancos que lo forman y que reflejan la luz. Se trata de una adaptación a las condiciones de intensa insolación de nuestra tierra; son en realidad una eficaz protección ante la desecación.
Las jaras ocupan buena parte del matorral mediterráneo y son conocidas desde la antigüedad por sus propiedades medicinales. De ellas se obtenía el ládano, muy utilizado en los jarabes para la tos, y servían de base para la preparación de alcoholes con los que se daban friegas y masajes para mitigar dolores musculares. Hoy día, el uso de esta pringosa sustancia ha quedado restringido a la elaboración de perfumes.
La jara blanca se da bien en cualquier tipo de terreno, aunque prefiere los suelos secos ricos en calcio, lo que la hace ideal para jardinería en nuestra comarca. Si quieres cultivarla, podrás obtener cantidad de semillas de sus frutos, unas capsulitas endurecidas que se abren espontáneamente cuando maduran en verano.
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